Carta desde la cárcel

CARTA DESDE LA CÁRCEL DE BIRMINGHAM.
16 de abril de 1963

Mis queridos sacerdotes y compañeros:

Mientras me hallo recluido aquí, en la cárcel de la ciudad de Birmingham, me llegó vuestra reciente declaración calificando mis actividades presentes de “poco hábiles e inoportunas”. Son pocas las veces en que me detengo a contestar a las críticas formuladas contra mi trabajo e ideas. Si tratase de contestar a todas las críticas que pasan por mi mesa de trabajo, mis secretarios tendrían poco tiempo disponible para cualquier otra cosa en el curso del día, y a mí no me quedaría ni un instante para realizar una tarea constructiva.
Pero, como creo que sois hombres de intenciones fundamentalmente buenas, y que vuestras críticas han sido formuladas sinceramente, quiero intentar responder a vuestra declaración con unas pocas palabras que espero sean pacientes y razonables.
Creo que debiera indicaros por qué estoy aquí, en Birmingham, puesto que parecéis influidos por la opinión que anatematiza a los “forasteros que se inmiscuyen en los asuntos ajenos”. Tengo el honor de ser presidente de la Southern Christian Leadership Conference, una organización que actúa en todos los estados del Sur, con su cuartel general en Atlanta (Georgia). Tenemos en todo el Sur unas 85 organizaciones afiliadas, y una de ellas es el Alabama Christian Movement for Human Rights. Compartimos a menudo nuestra dirección y nuestros recursos tanto educativos como financieros con nuestras filiales. Hace varios meses, la filial de aquí, de Birmingham, nos pidió que estuviésemos dispuestos a emprender un programa de acción directa no violenta si ello resultaba necesario. Consentimos enseguida y, cuando llegó la hora, cumplimos nuestra promesa. Por eso, yo, y conmigo varios de mis colaboradores de la dirección, estamos aquí, por habérsenos invitado a que viniésemos. Estoy aquí porque aquí tengo vínculos de organización.
Pero, lo que es más importante: estoy en Birmingham porque también está aquí la injusticia. Así como los profetas del siglo VIII antes de Cristo abandonaban sus pueblos y difundían su mensaje divino muy lejos de los límites de las ciudades originarias; así como el apóstol Pablo dejó su pueblo de Tarso y difundió el Evangelio de Cristo hasta los lugares más remotos del mundo grecorromano, así me veo yo también obligado a difundir el Evangelio de la Libertad allende los muros de mi ciudad de origen. Lo mismo que Pablo, tengo que responder sin dilación a la petición de ayuda de los macedonios. Y, lo que es más, soy consciente de la interrelación existente entre todas las comunidades y los estados. No puedo permanecer con los brazos cruzados en Atlanta sin sentirme afectado por lo que en Birmingham acontece. La injusticia, en cualquier parte que se cometa, constituye una amenaza para la justicia en todas partes. Nos encontramos cogidos dentro de las ineludibles redes de la reciprocidad, uncidos al mismo carro del destino. Cualquier cosa que afecte a uno de nosotros directamente, nos afecta a todos indirectamente. Nunca más podremos permitirnos el lujo de aferramos a la idea estrecha, provinciana de “agitador forastero”. Quienquiera que vive dentro de las fronteras de los Estados Unidos tiene derecho a que no se le vuelva a considerar nunca más forastero en el territorio de la nación.
Deploráis las manifestaciones que ahora tienen lugar en Birmingham. Pero vuestra declaración, siento decirlo, hace caso omiso de las condiciones que dieron lugar a estas manifestaciones. Estoy seguro de que ninguno de vosotros quiere limitarse a esa clase de análisis social superficial que no se ocupa más que de los efectos, sin detenerse a aprehender las causas subyacentes. Es una pena que las manifestaciones tengan lugar en Birmingham, pero es todavía más lamentable que la estructura del poder blanco de la ciudad no dejase a la comunidad negra otra salida que ésta.
Toda campaña no violenta tiene cuatro fases básicas: primero la reunión de los datos necesarios para determinar si existen las injusticias; luego la negociación; después la autopurificación; y, por último, la acción directa. Hemos pasado en Birmingham por todas estas fases. No cabe discutir el hecho de que la injusticia racial embarga a esta comunidad. Birmingham es probablemente la ciudad más drásticamente segregada de toda Norteamérica. Su horrenda lista de violaciones es conocida de todos. Los negros han sufrido de modo flagrante un trato injusto por parte de los tribunales; ha habido más destrucciones de domicilios e iglesias negros a consecuencia de bombas y que han quedado sin resolver en Birmingham que en cualquier otra ciudad de la nación. Éstos son los hechos, duros, palmarios, determinantes de la situación. Con estas condiciones por base, los líderes negros trataron de negociar con los prohombres de la ciudad. Pero éstos se negaron una y otra vez a entablar negociaciones de buena fe.
Entonces, en septiembre último se presentó la oportunidad de hablar con los representantes de la comunidad económica de Birmingham. Durante las negociaciones, los comerciantes formularon ciertas promesas, entre ellas la de suprimir los humillantes símbolos raciales de los almacenes.
Apoyándose en estas promesas, el reverendo Fred Shuttlesworth y los líderes del Alabama Christian Movement for Human Rights concedieron una tregua en todas las manifestaciones. Pasaron las semanas y los meses, y comprobamos que éramos víctimas de un perjurio. Unos cuantos emblemas, tras haber sido suprimidos por un tiempo, volvieron a surgir; el resto permanecieron donde estaban.
Como en tantos otros casos, se habían defraudado nuestras esperanzas y se apoderó de nosotros la sensación de un profundo desaliento. No teníamos más salida que la de apercibirnos para la acción directa, en la que presentaríamos nuestros propios cuerpos como instrumentos de exposición de nuestro caso ante la conciencia de la comunidad local y nacional. A sabiendas de las dificultades existentes, decidimos emprender un proceso de autopurificación. Dimos comienzo a la creación de toda una serie de seminarios para aleccionar sobre la no violencia, y nos preguntamos reiteradas veces: ¿sabrás aceptar los golpes sin devolverlos? ¿Sabrás prevalecer en la prueba del encarcelamiento? Decidimos lanzar nuestro programa de acción directa en la temporada de Semana Santa, porque sabíamos que, excepto la Navidad, éste era el periodo principal de compras durante el año. Conscientes de que un programa enérgico de boicot económico sería la consecuencia de la acción directa, pensamos que éste sería el mejor momento para poner en marcha la presión que pensábamos ejercer sobre los comerciantes para provocar el cambio necesario.
Entonces caímos en la cuenta de que los comicios para la elección de alcalde en Birmingham estaban señalados para el mes de marzo, y decidimos rápidamente posponer la acción hasta el día siguiente al de las elecciones. Cuando descubrimos que el responsable del orden público, Eugene “Bull” Connor, había reunido votos bastantes para presentarse al desempate, nuevamente decidimos posponer la acción hasta el día siguiente al de los comicios finales para que no se utilizaran las manifestaciones con el fin de velar los problemas reales que se debatían. Como muchos otros, esperábamos asistir a la derrota del señor Connor, y para ello nos avinimos a retrasar una y otra vez la fecha de nuestra acción. Después de haber prestado nuestro auxilio a la comunidad en esta necesidad, creímos que ya no se podía demorar más nuestro programa de la acción directa.
Preguntaréis: “¿Por qué acción directa?” “¿Por qué sit-ins, marchas y demás?” “¿Acaso no es el de la negociación el camino mejor?” Tenéis razón para abogar por la negociación. De hecho, esto es lo que realmente se propone la acción directa. La acción directa no violenta trata de crear una crisis tal, y de originar tal tensión, que una comunidad que se ha negado constantemente a negociar se ve obligada a hacer frente a este problema. Trata de dramatizar tanto la cuestión, que ya no puede ser desconocida bajo ningún concepto. Podrá parecer raro que yo cite la creación de un estado de tensión como parte del trabajo que incumbe al resistente no violento. Pero tengo que confesar que no me asusta la palabra “tensión”. No he dejado nunca de oponerme a la tensión violenta, pero existe una clase de tensión no violenta constructiva, necesaria para el crecimiento. Así como Sócrates creía que era necesario crear una tensión en la mente para que los individuos superasen su dependencia respecto de los mitos y de las semiverdades hasta ingresar en el recinto libre del análisis creador y de la evaluación objetiva, así también, hemos de comprender la necesidad de “tábanos” no violentos creadores de una tensión social que sirva de acicate para que los hombres superen las oscuras profundidades del prejuicio y del racismo, elevándose hasta las alturas mayestáticas de la comprensión y de la fraternidad.
La meta de nuestro programa de acción directa radica en crear una situación tan pletórica de crisis que desemboque inevitablemente en la salida negociadora. Me uno, pues, a ustedes en su apología de la negociación. Nuestro querido Sur ha permanecido demasiado tiempo encerrado en un trágico esfuerzo de vivir monologando en vez de dialogar.
Uno de los puntos básicos de su declaración es que la acción que yo y mis colaboradores hemos emprendido en Birmingham es inoportuna. Han preguntado algunos: “¿Por qué no habéis dado a la nueva administración urbana tiempo para obrar?” La única contestación que se me ocurre para esta pregunta es que la nueva administración de Birmingham tiene que ser tan zarandeada como la anterior, si se quiere que obre. Estamos profundamente equivocados si creemos que la elección de Albert Boutwell para el cargo de alcalde convertirá los sueños en realidad en Birmingham. Pese a ser el señor Boutwell persona mucho más pacífica que el señor Connor, ambos son segregacionistas, empeñados en el mantenimiento del status quo. Espero que el señor Boutwell será lo bastante razonable como para percatarse de la insignificancia de una resistencia denodada a la integración. Pero no lo verá sin la presión de los partidarios incondicionales de los defensores de los derechos civiles. Amigos míos, tengo que decirles que no nos hemos apuntado ni un solo tanto en materia de derechos civiles sin una empecinada presión legal y no violenta. Desgraciadamente, es un hecho histórico incontrovertible que los grupos privilegiados prescinden muy rara vez espontáneamente de sus privilegios. Los individuos podrán ver la luz de la moral y abandonar voluntariamente una postura injusta; pero, como nos recordara Reinhold Niebuhr, los grupos tienden a comportarse más inmoralmente que los individuos.
Sabemos por una dolorosa experiencia que la libertad nunca la concede voluntariamente el opresor. Tiene que ser exigida por el oprimido. A decir verdad, todavía estoy por empezar una campaña de acción directa que sea “oportuna” ante los ojos de los que no han padecido considerablemente la enfermedad de la segregación. Hace años que estoy oyendo esa palabra “¡Espera!”. Suena en el oído de cada negro con penetrante familiaridad. Este “espera” ha significado casi siempre “nunca”. Tenemos que convenir con uno de nuestros juristas más eminentes en que “una justicia demorada durante demasiado tiempo equivale a una justicia denegada”.

2 Responses to Carta desde la cárcel

  1. jose ferdines says:

    Great note from Martin Luther King

  2. Este es un hombre sabio, un hombre universal,un maestro para todos los tiempos.

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